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En el origen de todo está… la vaca de la mamá ...

 

Imaginemos por un momento un noviembre cualquiera en el Valle de Petorca. Ahora vámonos bien a sus adentros, hasta sus entrañas: Alicahue. Un calor que se encumbra por arriba de los 30°, poco –muy poco- viento y un silencio interrumpido muy a lo lejos por uno que otro animal de campo: una que otra gallina, uno que otro perro, uno que otro caballo, burro o mula. No mucho más que eso.

 

Ese era el panorama. No muy distinto a lo que era un noviembre de hace 20 años en esta misma zona. O de hace 30, 50 o 70 años, un siglo, y así para atrás. Por estos rincones, la tierra, su clima, su fisionomía, su gente, sus tiempos, no es mucho lo que cambia. Y es que Alicahue es de esos lugares tan lejanos, tan perdidos, tan encajonados, que a veces pareciera que el mismo tiempo se olvida de él. De hecho, a la lluvia hay que estarle recordando de vez en vez que se asome por estos lados. Si no, no pasa en años.

 

En fin, en ese noviembre de 2007 se dejó caer en mi casa un regalo que me hicieron mis hijos: una vaca lechera. Hasta hoy desconozco el porqué del regalo. Nunca supe si quisieron decirme algo con ella, o fue lo primero que encontraron a mano. De parecidos, ni hablar. Pero la recibí de buena gana, pues a nosotras las mujeres, sobre todo cuando pasamos los 60, cualquier compañía –incluso un marido- nos hace feliz. Y si es de nuestro género, tanto mejor.

 

Trabada nuestra amistad, y como un adelanto de lo que estaba por venir –o quizá queriendo congraciarse conmigo-, la mentada vaca dio 12 litros de leche en su primer día. “Vamos a llevarnos bien”, pensé de inmediato.

 

Y el segundo día mi amiga repitió la hazaña. Y así el tercero, y el cuarto, y el quinto. Ella daba que daba leche, y yo vendía que vendía botellas y más botellas. Entonces llegó la hora de ampliar el grupo, y trajimos otra vaca más. Y al cabo de 6 meses eran 27 las vacas, 1 toro (“Campeón”), una sala de ordeña, máquinas ordeñadoras de última generación, una sala de elaboración de quesos y un fogón artesanal para hacer manjar. Todo con los resguardos sanitarios e higiénicos que garantizaban una calidad excepcional. En fin, coronamos un año de ensueño con la resolución sanitaria de alimentos correspondiente, y llegando con nuestros productos a todos los rincones del valle, además de Viña del Mar y Santiago.

 

Hoy día “Lechería Alicahue” es una pequeña empresa familiar, cuyo objetivo principal es la elaboración de productos totalmente artesanales y hechos “a la antigua”, manteniendo las costumbres y técnicas campestres. Rodeada de montañas y quebradas, “Lechería Alicahue” cuenta con una variedad de productos que puede conocer a través de nuestra página, y que lleva impreso el sello de esta alejada –pero única- tierra.

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